lunes, 14 de diciembre de 2015

Deserción escolar




    Deserción escolar: foco rojo como factor de descomposición social

Jóvenes sin escuela son reclutados como carne de cañón para el crimen organizado.


 

    Por Luis Torres.


    Cada año nuevas generaciones de juarenses sin escuela se constituyen en uno de los sectores poblacionales en mayor condición de peligro, representando un auténtico foco rojo pues la falta de opciones para su desarrollo los convierte en una presa fácil para ser reclutados por el crimen organizado.

  La falta de garantías por parte de la sociedad y del Estado para aspirar a una buena calidad educativa y de vida, provoca que a la fecha sean más de 20 mil los juarenses de entre los 15 y los 18 años de edad que están al margen de la educación, muchos de los cuales están en posibilidad de engrosar las filas de las bandas criminales.

 Durante el sexenio del ex presidente Felipe Calderón en que declaró la guerra contra el narcotráfico fueron los jóvenes que habitaban principalmente en la zona del poniente -una de las tradicionalmente olvidadas por los tres niveles de gobierno- los que  se vieron involucrados en delitos de alto impacto.

 Encuestas realizadas por CONAPRED en el 2014 arrojaron que el 40.6 por ciento de los jóvenes de los 12 a los 29 años de edad dejaron de estudiar, mientras que los ubicados en las edades de 12 a 18 años han sufrido acoso escolar en un 32.2 por ciento.

 Al respecto el INEGI (Instituto Nacional de Estadística y Geografía) y la SEGOB (Secretaría de Gobernación) se apoyan en la Encuesta de Cohesión Social para la Prevención de la Violencia y la Delincuencia con el objetivo de obtener información confiable para la política nacional de la prevención social de la violencia y la delincuencia.

 El estudio se realizó en 97 mil 754 viviendas de 47 ciudades, entre ellas siete zonas metropolitanas, en las 32 entidades federativas del país.

      Dulce y su hija Milagros viven en un cuarto de adobe en la zona poniente.

   
       Deserción escolar por embarazos.  

 “La vida sin estudios es muy difícil se pasa mucha hambre… no se puede conseguir trabajo, dejé la escuela porque me embaracé cuando estaba en sexto grado y me junté con mi novio”.

  La mirada triste y un largo suspiro son el marco de las anteriores palabras que expresa Dulce Guadalupe Montes Vásquez, de 15 años de edad, joven de apariencia muy delgada, de rostro demacrado y piel bronceada, cabello largo, rizado y castaño que mantiene recogido con una cinta negra, del mismo tono que sus ojos cargados de una mirada sorprendente, ojos que reflejan una amargura de mujer adulta que ha sufrido las tribulaciones de la vida en un cuerpo de niña.

 “Pude seguir la secundaria pero me embaracé y pensé que me harían bullyng y no quise seguir estudiando, me arrepiento porque hoy estaría mejor pero tengo a mi hija Dulce y eso me hace feliz”, asevera mientras su mirada se pone a tono con el nombre de su hija.

                  Dulce tiene una mirada triste y su esperanza es ser policia.


  Dulce Guadalupe ahora es madre soltera y está consciente de que no haber continuado sus estudios fue un error, algo que atribuye sin embargo también a la corrupción como un factor que la mantiene en su situación de pobreza. Pese a ello tiene la ilusión de seguir estudiando la secundaria abierta.

“Quiero en un futuro ser polecía y mi sueño es cambiar las cosas, ser honesta pa’que ya no haiga mucha corrupción… terminar la escuela abierta (SIC)”, agrega sonriente la joven Dulce, mientras su cuerpo de madre adolescente se recarga en la pared de adobe de su casa.

 No pierde la esperanza de algún día seguir estudiando y darle una vida diferente a su pequeña Dulce Milagros, que con la fuerza que le permiten sus escasos dos años se aferra a su pierna, mientras ella habla.

“Ya mero cumplo 16 para que me acepten en la maquila y ganar dinero para poder estudiar y ser polecia de la buenas (SIC)”, reafirmó.

  Dulce es la menor de cinco hermanos y ninguno de ellos estudia en la actualidad.

 Según dice, todos tuvieron que trabajar para ayudar en el hogar debido a la pobreza en que viven en una casa de madera “allá por el Arroyo del muerto”, bautizado así porque durante los años de mayor violencia era ahí donde abandonaban los cuerpos de los ejecutados.

            Dulce Guadalupe es una mujer en cuerpo de niña con un futuro incierto.


   

     Foco rojo la deserción escolar


 “Ciudad Juárez representa un foco rojo en deserción escolar ya que son 20 mil adolescentes que dejan la escuela y son presa fácil para ser reclutados en las bandas del crimen organizado”, aseveró José Luis Flores Cervantes, secretario ejecutivo de la agrupación Red por la Infancia.

 Para el activista, los delitos de alto impacto en su mayoría son provocados por adolescentes de la zona del poniente, lugar de marginación donde existen los problemas sociales históricos, con pocas escuelas, un alto grado de precariedad de vida, pocas oportunidades y pocos espacios para el buen uso del tiempo libre, según indica.

“Cuando el estado no tiene nada que ofrecer a la juventud, las bandas de la delincuencia organizadas sí tienen algo que ofertar a los desertores escolares, vigilan a los jóvenes que deambulan en sus barrios y los involucran; el mercado los atrae, quieren una gorra, ropa, un celular nuevo y un carro, por eso la escuela sigue siendo un factor de seguridad para mantenerlos alejados de estas tentativas (SIC)”, enfatizó.

 “El estado tiene muy pocas cosas que ofertar y no somos una sociedad laboral del -part time- (tiempo parcial) donde los jóvenes puedan acceder a un empleo formal de medio tiempo para que puedan tener prestaciones sociales y el estudiante pueda seguir librándola en sus clases”, agregó.

 Un factor que Flores enfatiza, es que el país no existe una institucionalidad que vigile al joven que está faltando a la escuela e investigue la deserción, como sucede en el caso del modelo “Probation” de Estados Unidos, donde ningún menor de 16 años puede dejar la escuela porque sus padres son llamados a la corte, según precisa.

“En el país estamos perdiendo el bono poblacional, ya que el 30 por ciento lo conforman jóvenes de 1 a 18 años, y si están desertando de sus estudios, la nación está en riesgo; en un futuro no habrá mano de obra calificada y profesional para que México pueda competir en un espacio de globalización, Ciudad Juárez es un lugar de mano de obra muy barata” puntualizó.

 Afirma que en este contexto de deserción, el segundo grado escolar es crucial ya que es nivel de estudios en el cual muchos estudiantes dejan la escuela para buscar trabajo de tiempo completo, lo que contribuye a provocar los embarazos a corta edad y los matrimonios muy jóvenes “lo que –según Flores- hace familias muy volátiles generando problemas sociales posteriores”.

  Urge un organismo controlador para evitar la deserción escolar


 “La deserción escolar en un fenómeno que afecta de manera importante a la población estudiantil en México en todos los niveles, es un aspecto que debe atenderse desde las políticas públicas y cada uno de los ciudadanos debe tomar la parte de responsabilidad que corresponde”.

 Al afirmar lo anterior, Claudia Teresa Domínguez Chavira, Investigadora de la UACJ Adscrita a la División Interdisciplinaria de Cuauhtémoc de la Licenciatura de Educación, expresa que la deserción escolar no debería existir.

 “La educación es un derecho pero no hay un organismo que controle y sancione, se tiene que legislar para crear una política pública para crear un organismo controlador (SIC)”, apuntó.

“La Secretaria de Educación Pública es la encargada de administrar el hecho educativo pero no hay quien controle, seguridad pública dice: no me corresponde sancionar a alguien porque un menor no esté en la escuela. El DIF es la institución en pro de la familia, no de la educación, por lo que no hay un organismo, se tiene que crear y para hacerlo tendría que salir de una propuesta del Senado de la República y el problema es, si los senadores están enterados del problema de deserción escolar”, comentó.

 Aseguró que este fenómeno afecta al país desde diversas perspectivas, pues el desarrollo de un pueblo se mide por el nivel cultural de los habitantes.“Si nuestros niños y jóvenes están desertando de la escuela, esto afecta a todos porque esa generación es la que tomará las decisiones en el futuro. El fenómeno es multifactorial, la migración, en zonas rurales infantes ayudan a sus papás en la labor, la falta de maestros capacitados, falta de política pública para que haya becas, falta de concientización de los padres para mandar a sus hijos a la escuela”, concluyó.

 Por su parte la mentora con Maestría en Educación, Luz Angélica Rodríguez Ebrard, del Departamento de Ciencias Administrativas de la UACJ, expresa que en contraste con lo que ocurre a nivel de secundaria, la deserción escolar en el nivel universitario es tan solo de un 5 por ciento.

 Indicó que las causas de deserción a nivel universitario no se pueden precisar pues a veces se da por problemas emocionales, otras por situación económica precaria, aunque lo más común ocurre porque los jóvenes se dan cuenta de que se equivocaron de carrera o no pueden decidir para que fueron diseñados, lo cual es muy diferente a los motivos de un infante.

   Una familia formada por papás desertores escolares


 Son unas manos de 28 años, con apariencia de 40.Con firmeza sujetan la escoba que golpea con fuerza una cobija que permanece sumergida en una tina de plástico azul, llena con agua y detergente que, combinados con la suciedad que va soltando la prenda, dan al agua un tono chocolate.

 Cada vez que da un escobazo, el ruido semeja al clásico “chaca chaca” de una lavadora automática, mientras tres pequeños de distintas edades observan la maniobra, a la espera de la hora de comer.

                  Norma lava una cobija mientras sus hijos esperan la hora de comer.


 La dueña de esas manos es Norma Vanesa Morales Reynosa, mujer de complexión media robusta, de 28 años de edad disfrazados de 40 y piel obscura que contrasta con la blusa blanca a rayas azules y la pantalonera rosa que viste a la hora de la entrevista.

 La joven madre de tres hijos tiene su hogar en lo alto de una loma arenosa de la zona del poniente, la más olvidada por cada administración de gobierno, una vivienda enclavada en los montículos desérticos del poniente, en un cuarto de adobe que hizo su esposo, desde donde miran pasar a la gente mientras esperan al padre de familia con lo que ese día podrá traer a la mesa.

 De los tres infantes solo los primeros dos van a la escuela, Pablo y Abraham de 10 y 6 años.

“Yo deseo que ellos sí puedan estudiar y no como yo, que todo fue penurias y pobreza”, comenta la mujer mientras suspira, y deja vagar su mirada por escasos segundos en el infinito manto de arena del arroyo que da al periférico Camino Real, una zona considerada de alto riesgo.

 Todos los días Norma se gasta 36 pesos en el transporte público para desplazarse con sus hijos hasta la primaria “Apóstoles del agrarismo”, donde no ha podido pagar los 250 pesos de cuota de inscripción que debe dar por cada uno de sus hijos.

 Además necesitan 100 pesos diarios para comer, dinero que a veces no llega pues ninguno de los padres tiene trabajo, el jefe de familia se dedica a lavar autos y no están inscritos en algún programa de ayuda contra el hambre.

 Norma Vanesa viene de un núcleo familiar de 12 hermanos y ninguno continuó sus estudios, ella solo terminó tercer grado de primaria al igual que su esposo.

 “Ya no hay esperanza, solo Dios sabe qué nos tocará tener en esta vida, pero sí quiero que mis hijos sean felices con un estudio”, suplica Norma mientras sus ojos de 28 años que parecen de 40, pero que en ese momento tienen la opacidad de la tercera edad, se inundan de lágrimas.

 Norma es una de esos miles de adolescentes de entre los 15 y los 18 años de edad que dejaron de estudiar en esta frontera, y que dada su condición se ubican en el pico más alto de riesgo para ser reclutados en la filas del crimen organizado y acortar su periodo de vida al convertirse en el objetivo de los grupos contrarios.

                      Norma desea que sus hijos si estudien por un mejor futuro.


  Al respecto José Manuel Valenzuela Arce, profesor-investigador del Departamento de Estudios Culturales y miembro fundador de El Colegio de la Frontera Norte, quien ha dedicado gran parte de su trabajo al estudio de las circunstancias sociales de los jóvenes, señala que la presencia del llamado “narco mundo” se constituye hoy en día como referente de definición de proyectos de vida juveniles.

“El narco mundo y la narco cultura son referentes importantes en la definición del sentido y significado de vida y de muerte de millones de personas, especialmente jóvenes, quienes observan con desencanto el cierre de las opciones desde las cuales podrían generar proyectos viables de vida”, expone en su texto “Narcocultura, violencia y ciencias socioantropológicas” publicado en abril de 2012.

 En dicho texto señala que la pobreza, el desempleo, la precarización laboral, la deserción escolar, la disminución del peso de la educación como referente potente de movilidad social, la informalidad, la paralegalidad, la abismal desigualdad en la distribución de ingreso y riqueza, el desplazamiento forzado por motivos económicos o de seguridad, no son otra cosa sino “elementos centrales que funcionan como candados que estrechan –cada vez más- las alternativas de los jóvenes”.