LA GUERRA ENERGÉTICA DE CHINA
Una mujer porta un cubre bocas al igual que otros ciudadanos chinos.
El humo sale de las fabricas sin control
Las fabricas no son reguladas tal parece que importa mas la economia que el peligro del cambio climatico.
Es triste que la niebla de humo es algo normal para los ciudadanos.
El año pasado, el Centro de Investigaciones Pew consultó a la opinión
pública para averiguar cuáles eran los problemas más graves de los
chinos. El primero fue la corrupción. El segundo, la contaminación. ¿Y
el cambio climático? Ni siquiera figuró en la lista.
Xi ha lanzado una campaña agresiva y sin precedentes contra
funcionarios corruptos, al extremo de perseguir algunos antaño
considerados intocables. Un caso notable, el exjefe de seguridad interna
y miembro del politburó, Zhou Yongkang, arrestado el año pasado y de
quien no ha vuelto a tenerse noticias.
Algunos creen que la campaña anticorrupción también está dirigida
contra poderosos intereses creados en China, los cuales interfieren con
los cambios que busca Xi: reforma económica, mayor eficiencia
energética, ambiente más saludable y, sí, reducir las emisiones de
carbono. Entre los objetivos de su purga de corrupción había cabezas de
la industria energética que mostraron una oposición decidida a las
reformas que podrían conducir a una mayor eficiencia y, en última
instancia, a una menor contaminación en China. Aunque el último empleo
de Zhou fue el de zar de la seguridad, la mayoría de los ciudadanos
chinos sabe que creció en la industria del petróleo, donde tenía (y
tiene) una extensa red de patrocinadores. Su arresto "envió un mensaje
muy claro de que las cosas cambiarían en el sector petrolero", comenta
Damien Ma, miembro del Instituto Paulson, grupo de estrategia iniciado
por el exsecretario del Tesoro, Hank Paulson, y dedicado a trabajar con
China en asuntos climáticos y otros problemas ambientales.
La cantidad de autos en las calles de China está explotando: el año
pasado se vendieron 20 millones de coches nuevos. Ese crecimiento ha
convertido el transporte en el segundo contribuyente de la contaminación
del aire y las emisiones de CO2 del país. Desde hace años, la agencia
de protección ambiental de China ha insistido en la necesidad de mejorar
los estándares de calidad de combustible en las mayores refinerías de
la nación, China National Petroleum Corp. (CNPC) y Sinopec. El
ministerio incluso trató de presionar, y hasta el Congreso Nacional
Popular —que generalmente no hace más que estampar su sello en las
políticas del Partido Comunista— aprobó legislaciones. Con todo, como
son propiedad del Estado, los dos gigantes petroleros (CNPC da empleo a
1.5 millones de personas) simplemente se negaron.
Pero luego del "airepocalipsis", el gobierno central no pudo permitir
que persistiera semejante intransigencia y al fin insistió en que las
refinerías obedecieran; y para asegurarse, hace poco Keqiang elevó al
renombrado combatiente de la contaminación, Pan Yue, a una posición
prominente en el ministerio de protección ambiental.
Pan se ganó su reputación como guerrero eficaz en dicho ministerio.
En 2005 detuvo treinta proyectos de infraestructura muy grandes que
operaban empresas estatales y, de paso, se granjeó muchos enemigos.
Renunció a su cargo en 2008. Pero ahora es director de evaluaciones en
el ministerio y tiene un extenso mandato, de modo que, si cuenta con el
respaldo de los niveles más altos, tendrá la autoridad suficiente para
emprenderla de nuevo contra los contaminadores.
Xi también ha usado su campaña anticorrupción para sacudir la
industria del carbón. En la provincia de Shanxi, corazón del territorio
carbonero de China, hay más de una docena de funcionarios acusados en
investigaciones anticorrupción y corren rumores de que caerán otros más.
Para entender la importancia de algo así en China, piensa en esto: la
primera familia en el sector de generación eléctrica chino tiene enorme
influencia. El gobernador de la provincia Shanxi es Li Xiaopeng, ex CEO
de una de las compañías de electricidad más grandes del país. El padre
de Li es Li Peng, quien fue primer ministro de Deng Xiaoping y el
político de línea dura que ordenó a gritos la intervención armada en la
Plaza Tiananmen, en 1989. Hasta ahora, pocos han tenido las agallas para
enfrentar al cabildo del carbón chino, porque pocos se atrevían a
meterse con el clan Li.
El ataque de Xi contra los intereses del carbón envió el mensaje
tajante de que la industria, colosal y ambientalmente dañina, tiene que
cambiar. Los activistas ambientales de China se sienten alentados, pero
es importante recordar que los objetivos del gobierno no casan del todo
con los deseos anticarbón del movimiento contra el cambio climático.
Fuentes de la industria, consultores y representantes de
organizaciones no gubernamentales (ONG) informan que Pekín pretende que
la industria de centrales eléctricas de carbón se vuelva más eficiente; y
de paso, más limpia. Y lo está logrando. Las 155 plantas autorizadas en
2014 generarán, por unidad, significativamente más energía que las
plantas construidas hace veinte años, y son menos contaminantes.
Asimismo, en 2014 China "prelavó" más del doble del carbón antes de
quemarlo, respecto del año anterior, un paso crítico para reducir las
emisiones de partículas. Sin embargo, las centrales eléctricas siguen
emitiendo cantidades importantes de CO2. Por ello, dice Luft, "el carbón
aún es el elefante en la cristalería y no destetaremos a China de ese
combustible tan rápido como quisiera mucha gente. Es un hecho".
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