lunes, 7 de diciembre de 2015

Airepocalipsis

                 LA GUERRA ENERGÉTICA DE CHINA



 Una mujer porta un cubre bocas al igual que otros ciudadanos chinos.
El humo sale de las fabricas sin control
 Las fabricas no son reguladas tal parece que importa mas la economia que el peligro del cambio climatico.
Es triste que la niebla de humo es algo normal para los ciudadanos.



El año pasado, el Centro de Investigaciones Pew consultó a la opinión pública para averiguar cuáles eran los problemas más graves de los chinos. El primero fue la corrupción. El segundo, la contaminación. ¿Y el cambio climático? Ni siquiera figuró en la lista.
Xi ha lanzado una campaña agresiva y sin precedentes contra funcionarios corruptos, al extremo de perseguir algunos antaño considerados intocables. Un caso notable, el exjefe de seguridad interna y miembro del politburó, Zhou Yongkang, arrestado el año pasado y de quien no ha vuelto a tenerse noticias.
Algunos creen que la campaña anticorrupción también está dirigida contra poderosos intereses creados en China, los cuales interfieren con los cambios que busca Xi: reforma económica, mayor eficiencia energética, ambiente más saludable y, sí, reducir las emisiones de carbono. Entre los objetivos de su purga de corrupción había cabezas de la industria energética que mostraron una oposición decidida a las reformas que podrían conducir a una mayor eficiencia y, en última instancia, a una menor contaminación en China. Aunque el último empleo de Zhou fue el de zar de la seguridad, la mayoría de los ciudadanos chinos sabe que creció en la industria del petróleo, donde tenía (y tiene) una extensa red de patrocinadores. Su arresto "envió un mensaje muy claro de que las cosas cambiarían en el sector petrolero", comenta Damien Ma, miembro del Instituto Paulson, grupo de estrategia iniciado por el exsecretario del Tesoro, Hank Paulson, y dedicado a trabajar con China en asuntos climáticos y otros problemas ambientales.
La cantidad de autos en las calles de China está explotando: el año pasado se vendieron 20 millones de coches nuevos. Ese crecimiento ha convertido el transporte en el segundo contribuyente de la contaminación del aire y las emisiones de CO2 del país. Desde hace años, la agencia de protección ambiental de China ha insistido en la necesidad de mejorar los estándares de calidad de combustible en las mayores refinerías de la nación, China National Petroleum Corp. (CNPC) y Sinopec. El ministerio incluso trató de presionar, y hasta el Congreso Nacional Popular —que generalmente no hace más que estampar su sello en las políticas del Partido Comunista— aprobó legislaciones. Con todo, como son propiedad del Estado, los dos gigantes petroleros (CNPC da empleo a 1.5 millones de personas) simplemente se negaron.
Pero luego del "airepocalipsis", el gobierno central no pudo permitir que persistiera semejante intransigencia y al fin insistió en que las refinerías obedecieran; y para asegurarse, hace poco Keqiang elevó al renombrado combatiente de la contaminación, Pan Yue, a una posición prominente en el ministerio de protección ambiental.
Pan se ganó su reputación como guerrero eficaz en dicho ministerio. En 2005 detuvo treinta proyectos de infraestructura muy grandes que operaban empresas estatales y, de paso, se granjeó muchos enemigos. Renunció a su cargo en 2008. Pero ahora es director de evaluaciones en el ministerio y tiene un extenso mandato, de modo que, si cuenta con el respaldo de los niveles más altos, tendrá la autoridad suficiente para emprenderla de nuevo contra los contaminadores.
Xi también ha usado su campaña anticorrupción para sacudir la industria del carbón. En la provincia de Shanxi, corazón del territorio carbonero de China, hay más de una docena de funcionarios acusados en investigaciones anticorrupción y corren rumores de que caerán otros más. Para entender la importancia de algo así en China, piensa en esto: la primera familia en el sector de generación eléctrica chino tiene enorme influencia. El gobernador de la provincia Shanxi es Li Xiaopeng, ex CEO de una de las compañías de electricidad más grandes del país. El padre de Li es Li Peng, quien fue primer ministro de Deng Xiaoping y el político de línea dura que ordenó a gritos la intervención armada en la Plaza Tiananmen, en 1989. Hasta ahora, pocos han tenido las agallas para enfrentar al cabildo del carbón chino, porque pocos se atrevían a meterse con el clan Li.
El ataque de Xi contra los intereses del carbón envió el mensaje tajante de que la industria, colosal y ambientalmente dañina, tiene que cambiar. Los activistas ambientales de China se sienten alentados, pero es importante recordar que los objetivos del gobierno no casan del todo con los deseos anticarbón del movimiento contra el cambio climático.
Fuentes de la industria, consultores y representantes de organizaciones no gubernamentales (ONG) informan que Pekín pretende que la industria de centrales eléctricas de carbón se vuelva más eficiente; y de paso, más limpia. Y lo está logrando. Las 155 plantas autorizadas en 2014 generarán, por unidad, significativamente más energía que las plantas construidas hace veinte años, y son menos contaminantes. Asimismo, en 2014 China "prelavó" más del doble del carbón antes de quemarlo, respecto del año anterior, un paso crítico para reducir las emisiones de partículas. Sin embargo, las centrales eléctricas siguen emitiendo cantidades importantes de CO2. Por ello, dice Luft, "el carbón aún es el elefante en la cristalería y no destetaremos a China de ese combustible tan rápido como quisiera mucha gente. Es un hecho".

No hay comentarios.:

Publicar un comentario